domingo, 21 de febrero de 2016

Rel4 El don de amar

1.- El Matrimonio: Sacramento de servicio.

No todo el mundo es elegido por Dios para ser cristiano. Pero si Dios te elige descubrirás que tu vida no tendrá sentido si no eres capaz de amar a Dios y a las personas que Él pone en tu camino. Amar puede ser entendido como una entrega total hacia "el otro"; como un servicio, en el sentido de buscar el bien de la persona amada antes que el tuyo propio. Los cristianos estamos a vivir el amor desde alguno de los diferentes estados de vida:

A) Como consagrado:
  • Por el sacramento del Orden.
  • Por profesar a la vida religiosa.
B) Como seglar:
  • Por el sacramento del Matrimonio.
  • Por la condición de soltero, mediante una vida célibe.
El deseo de la familia permanece vivo todavía entre los jóvenes de hoy en día. Por ello, y por mantenerse fiel a la misión que Dios le encomienda, la Iglesia nunca renunciará a transmitir la buena noticia de la familia cristiana. Por su parte, las familias han de saber valorar siempre los dones que les aporta el matrimonio y la vida familiar: la generosidad, el compromiso, la fidelidad, la paciencia...

Mira atentamente el siguiente vídeo: "Matrimonio y humanidad".



Vamos a hacer un poco de Visual Thinking. Volveremos a ver el vídeo fijándonos bien en cada frase y en las imágenes que las acompañan. A continuación tendremos unos minutos para hacer una Rutina de Pensamiento "Palabra, idea, frase". Después haremos una puesta en común y, tras ella, escribiréis una breve reflexión final. ¡Adelante!
Al principio no era así.
"Somos la cultura postmoderna. Cultura de la prisa, de lo inmediato, ya, aquí, ahora. Solo hay que echar un ojo a la publicidad para comprender que el motor de nuestras acciones son pasiones más que razones. Sentimientos. En definitiva, placer. Y en medio de todo esto, nos enamoramos. Y el amor, esto tan propio del hombre, tan atemporal y universal se ve teñido de las circunstancias. Amamos con un amor de la prisa, de lo inmediato, ya, aquí, ahora, cuyo fundamento es el placer. "Estamos juntos porque estamos a gusto" "me gusta estar con él" "me hace sentir bien" "siento placer"... pero si el placer se termina... ¿se termina el amor? ¿o el amor es otra cosa? ¿cual es el lugar del placer? ¿acaso es malo desearlo?"
Lucía Garijo.
Nos mueven las emociones más que las razones. El otro me sirve dependiendo de lo que me aporte, ya no sabemos amar de un modo incondicional, y sin embargo... al principio no era así.

"Al principio no era así" es un documental basado en la Teología del Cuerpo de S. Juan Pablo II. En él se abordan temas como la búsqueda, las preguntas existenciales, la posmodernidad, la experiencia, la herida... Es un camino juntos para desvelar qué hay detrás de las cosas y bajar a lo profundo. Pero sobre todo, es un documental sobre la esperanza.
"Pero... ¿Cómo? Porque es como si hubiera una grieta, algo se hubiera roto por dentro, y lo que deseo y la realidad de lo que vivo no tienen nada que ver, como dos líneas paralelas que nunca se juntan ¿cómo vivir para lo que estoy hecho?". 
Lucía Garijo.
Los vídeos grabados por Lucía Garijo la muestran reflexionando, debatiendo consigo misma entre ideas contrarias acerca de la mujer, la sexualidad, el amor y el placer, haciéndose eco tanto de las ideas dominantes hoy día (del tipo “deja de ponerte leyes, reprimida, y lánzate”) con otras totalmente distintas y que entroncan con la antropología cristiana, como “cuando el placer es el objetivo final de la relación no aparece el amor sino el uso, el otro es un objeto para satisfacerte; pero cuando el objetivo final es el amor entonces el placer sí es un camino más para servir a ese amor, como lo es la espera, la castidad…”.



Prepararse para el Matrimonio y la Familia: ¿Amar o sentir? ¿Amar o buscar placer?

La fe católica es una de las claves que explican el tipo de ideas de esta veinteañera valenciana. Pero, además, todos los viernes por la tarde, Lucía Garijo participa en el oratorio para universitarios que organizan la congregación de los Cooperadores de la Verdad en la parroquia Santiago Apóstol de Valencia. Allí les hablan de la doctrina que desarrolló Karol Wojtyla sobre la sexualidad y el amor humano. Por ello, la joven Lucía tiene ya un cierto conocimiento sobre la llamada ‘teología del cuerpo’ de Juan Pablo II que se refleja muy bien en sus vídeos.


El vídeo sobre el placer acaba con una frase de san Juan Pablo II: “El hombre permanece para sí mismo como un ser incomprensible, su vida está privada de sentido si no se le revela el amor, si no se encuentra con el amor” (encíclica ‘Redemtor hominis’, 10).  


Hombre y mujer los creó.

En la sociedad actual se nos induce una imagen predeterminada del género, pero esto es cada vez más confuso, cada vez esta difuminada esta pregunta, “¿Qué es un hombre, y una mujer?”. No es fácil responder a esta pregunta, como tampoco es fácil preguntarse, el proyecto que podéis ver a continuación lanza una serie de preguntas que proyectan al espectador ante la duda sobre el género y sus fundamentos más profundos, en definitiva sobre el Ser.

El trabajo “Hombre / Mujer” es la historia de un pensamiento, un pequeño viaje a través de preguntas sin responder, preguntas que nos llevan a otras y nos conducen a lo profundo de la cuestión. El trabajo no pretende dar con la respuesta correcta o definitiva, sino más bien, apuntar a la pregunta adecuada.
Lucía Garijo.
“¿La mujer nace o se hace? ¿Me siento mujer porque cumplo unos estereotipos o porque es mi naturaleza y soy mujer? ¿Es el sentir un criterio? Yo digo que me siento mujer, pero… ¿y si no me sintiera mujer? ¿Dejaría de serlo? ¿Y si me sintiera hombre? ¿Sería entonces un hombre? O tigre… ¿Sería un tigre? ¿Significa entonces que soy lo que siento? ¿Es que entonces la realidad no existe por sí misma sino que se construye? ¿Entonces no hay nada verdadero, o auténtico o real?...”


Lucía Garijo no es una filósofa profesional, ni sus preguntas son parte de un ‘brainstorming’ para un ensayo, por lo demás políticamente incorrecto. Lucía se interroga, con esas preguntas que parecen poner en tela de juicio el discurso hoy dominante de la llamada ‘ideología de género’. Lucía es una jovencísima estudiante (21 años) de la Universidad Politécnica de Valencia. Cursa 4º de Bellas Artes y allí mismo, en esa facultad con eterno halo de modernidad, en una de sus clases, con todos sus compañeros delante, proyectó hace unos meses un corto donde dice todo eso. Para sorpresa suya fue bien acogido. Y hace unas semanas proyectó allí mismo otro vídeo del mismo pelo. O parecido. Éste hablaba del placer. Y de que éste no es un fin en sí mismo. Y de que la espera, el autodominio, la castidad, el noviazgo… son necesarios para salvaguardar el verdadero amor, el de la entrega total… y a su debido tiempo. Casi nada.

P. Lucía, pero es que… hay un problema. Hubo una filósofa (profesional), Simone de Beauvoir, que dijo que “no naces mujer, te hacen mujer”. Lo dijo hace un siglo pero es que hoy eso está más vigente que nunca. Vamos, que actualmente muy poca gente se atreve a rebatir eso en público. Y tú vas y lo dices en Bellas Artes…
L. Todo ese pensamiento ha calado y echado raíces en la cultura, quizás con más evidencia en un ambiente como Bellas Artes. Prometían que seríamos libres y ¿qué es lo que te encuentras? ¿Jóvenes libres? Me temo que no. Soy consciente de que me la juego cada vez que hablo porque cuestiono las bases, ‘lo intocable’, pero lo hago porque urge. La juventud se desangra y qué voy a ir… ¿con una tirita?
P. Entonces sospechabas que muy bien no iban a caer esos vídeos…
L. Verás, el primero era un trabajo libre para una asignatura donde una compañera quiso contestar a la pregunta de ‘qué es ser una mujer’ a partir de un diario erótico… Cuando la escuché decidí que mi trabajo sería responder a su misma pregunta. En mi facultad sucede mucho eso, y en muchos jóvenes de hoy: una erotización generalizada, de la persona, de las relaciones humanas… e incluso del arte. Hasta puedes ir por la facultad y llegar a encontrarte una escenografía con alumnos desnudos y ese tipo de cosas. El caso es que yo para esa asignatura quise hacer un vídeo sobre la identidad sexual, sobre todo desde el punto de vista de la mujer. Y para eso, primero hice una encuesta sobre el tema entre mis compañeros. Muchas chicas contestaron cosas como que no se sentían mujeres, sino sólo personas porque “no existe el ser mujer”, o que no querían ni necesitaban ser madres… Es otro mundo, también por ejemplo cuando digo que soy virgen… No pueden entenderlo. Ellos, que me conocen, dicen: “¡hala, va, ¿pero qué dices, Lucía? Pero si tu eres muy normal…”. Casi ni se lo creen.
P. ¿Cómo reaccionó tu clase cuando proyectaste los cortos?
L. En el que se habla de la mujer la reacción fue buena, el vídeo no ataca a nadie, sólo hace preguntas. ¿A quién le ofenden inocentes preguntas? Aunque es verdad que un chico no comprendía cómo se puede llegar a afirmar que “no todo vale”. En el segundo, el del placer, la acogida fue algo más fría. Sólo aplaudieron unos pocos junto con la profesora. Era una clase de veinte alumnos. Ella les preguntó qué les había parecido y sólo hubo dos tímidos comentarios. Lo curioso es que al final de la clase la profesora se quedó hablando conmigo más de una hora. Ella no es creyente, pero me dijo que después de ver la película ‘El gran silencio’ [sobre la vida de los monjes cartujos] comenzó a sentir admiración por los cristianos, hasta el punto de llegar a leer a santa Teresa. Incluso me dijo que le interesaría leer algo sobre la antropología de Juan Pablo II. ¡Le dejé el libro de ‘Amor y responsabilidad’ y ahora dice que quiere comprárselo!

Hay una clave sin la cual no se entiende la coherencia de fe y vida de Lucía: su propia biografía, sobre todo el hecho de haber podido superar, apoyada en la fe, distintos y profundos sufrimientos desde muy pequeña. Porque también en eso de cargar con la cruz es bastante precoz. Y en este punto afirma: “Tengo una familia preciosa, pero no exenta de dificultades; la enfermedad en mi casa ha sido fuente de grandes sufrimientos”. Y añade: “Yo a los doce años me aparté de la Iglesia y empecé a emborracharme y a salir más de la cuenta”.

P. ¿Por qué esa actitud? ¿Por qué viniendo de una familia católica, en la que supongo que te trasmitieron unos principios distintos…?
L. Tampoco te vayas a pensar que somos una familia muy tradicional. La mía es una familia de artistas. Mis padres de jóvenes eran medio ‘hippies’, se dedicaban a hacer cerámica en una aldea, y siempre han sido muy liberales y permisivos, nunca nos han impuesto ir a misa ni nada de eso [ella es la cuarta de cinco hermanos]. Pero lo principal para mi rebeldía fue ver que mi hermana mayor se iba de monja…
P. ¿Y eso qué tiene que ver? Sería una buena noticia, ¿no?
L. Para nada. Desde luego para mí en aquel momento, no. A mí aquello me escandalizó. Ella tenía 21 años, como yo ahora. Era guapa, inteligente, tenía novio, coche, piso… Yo quería ser como ella. Tenía todo lo que yo quería de mayor. Y lo dejó todo por encerrarse en un convento. Para mí, ella se estaba suicidando. Así que me reboté contra Dios y contra la Iglesia. ¡No quería que me pasara lo mismo! Pensaba que le habían comido la cabeza y que así se cortaba las alas. No podía comprender que la gente le felicitara por ello, pensaba que estaban locos. Así que me alejé de la Iglesia. Tiré toda la ‘herencia’ que había recibido de mis padres y quise aprender a vivir sin Dios. Y así es como di con un grupo de gente un poco mayor que yo, pero también menores de edad, que se divertían bebiendo y fumando porros. A los 13 años, durante un concierto en un chalet, bebí tanto que me desmayé y tuvo que venir mi padre a por mí. Llegué a llevar alguna rasta. Y también recuerdo el día en que unas chicas del grupo de mi misma edad me contaron en qué consistían las relaciones sexuales de todo tipo. Entonces tenía 12 años, fue el día en que perdí la inocencia, entré de golpe en ‘el mundo de los mayores’.

Lucía estuvo con ese grupo dos años y medio. “A los 14 estaba cansada ya de emborracharme”, asegura. Había podido ver “la trastienda” de todo ese mundo de aparente libertad y placeres. “Promesas vacías, los jóvenes sufríamos un constante desamor. Pero Dios tuvo mucha misericordia de mí y sirviéndose del afecto de mis amigas y de mi sensibilidad me rescató, devolviéndome a la Iglesia”.

P. ¿Qué pasó tan fuerte para que se produjera el cambio?
L. En realidad no fue nada del otro mundo. Simplemente es que, en una Pascua [en una vigilia pascual en su parroquia], en el momento del lucernario, cuando el templo se queda a oscuras, reconocí esa oscuridad como mía, me di cuenta de que mi vida estaba a oscuras, vacía. Y mis amigas de toda la vida, a las que yo había abandonado y que sin embargo no me reprocharon nada cuando me vieron llegar, me estaban pasando en ese momento la luz encendida en aquellas velas. Eso me ayudó a acabar de darme cuenta de que necesitaba ser rescatada de aquellas tinieblas en las que estaba, y que el lugar era la Iglesia.
P. ¿Cuesta dejar tu grupo de amigos?
L. Sí. Fui a hablar con ellos y les expliqué todo. No lo comprendían, decían que me habían lavado el cerebro. Me costó llorar, pero los dejé y entré en una comunidad del Camino Neocatecumenal.

Para Lucía, no obstante, no acabarían ahí sus males. “Salí de todo aquello muy herida interiormente, no entendía por qué me había tenido que pasar todo eso, el tipo de vida que llevé durante casi tres años, siendo tan pequeña…”, rememora hoy con serenidad. En ese proceso de dudas y de búsqueda (porque se considera una buscadora constante y una persona con muchas inquietudes existenciales desde niña), un apoyo importante fue la Comunidad del Cordero, a la que conoció con 15 años. “Siempre me acogieron y me escucharon a pesar de mis burradas y mis dudas”, recalca al referirse a los ‘hermanitos’ y las ‘hermanitas’ de esa congregación. Lucía fue una de las jóvenes que les ayudó a construir, piedra a piedra, el pequeño monasterio que la congregación religiosa tiene en la pedanía de Navalón. “Ver a las ‘hermanitas’ pintar paredes, cortar árboles, contar chistes… me ayudó a comprender que mi hermana no había elegido una mala vida cuando se fue de monja”, rememora.

Pero las heridas de aquellos primeros años de la adolescencia todavía no estaban cerradas. Y su alma inquieta aún habría de pasar por más baches.

P. Así que conseguiste rehacerte…
L. No, no, que va. Todas aquellas heridas eran la brecha perfecta para que se me colaran muchas mentiras. Era muy débil, me sentía indigna de ser amada, miserable, destruida… Entonces pensé: ‘Dios ha permitido todo esto, Él tiene la culpa de todo’. Así que le cerré de nuevo mi corazón y me volví impermeable, durísima. Pero a pesar de esa actitud aparentemente fuerte lo pasé fatal; no hay peor infierno que vivir sin Dios. Así me pasé de los 16 a los 18.
P. Y ahí por fin hubo ‘click’ en tu vida…
L. Es que Dios tubo mucha misericordia conmigo (otra vez) y derrumbó el muro que había levantado durante esos años. Es curioso porque esos muros eran resistentes a toda forma de violencia. Pero, ay… el agua se filtra por debajo de las piedras. A través de la Comunidad del Cordero experimenté que Dios lloraba por mí al verme tan pobrecilla. Entre ellos siempre encontré corderos que no me exigían nada. La ternura de Dios, sus entrañas de misericordia, me desarmaron completamente. El amor desnuda.

Fue el rescate total. Aunque todo esto es un proceso, hay que tener paciencia porque siempre puede quedar alguna herida que aún no ha cicatrizado del todo, es necesario seguir poniendo luz.

P. ¿Y has encontrado más luces?
L. Sí, cuando conocí a los Cooperadores de la Verdad, que han sido padres para mí. Con ellos pude descansar todas las heridas que arrastraba, empezar a sanar y descubrir cuál es su sentido. ¡Todas esas heridas estaban en función de la misión!
En fin, como verás yo no soy ninguna heroína, no he conquistado nada, han venido a buscarme. Soy más bien una pobre cabezona rescatada, gracias a la Iglesia, que ha sido Madre, casa, ¡hospital de campaña! Soy hija de la Iglesia.
P. Y por fin te metiste en la carrera. Una persona tan introspectiva, con ese mundo interior… y escoge ese canal de comunicación de dentro afuera que son las Bellas Artes. ¿Por qué las elegiste?
L. Creo que sobre todo por esa búsqueda constante. La Belleza atrae. Rupnik, un jesuita que hace mosaicos, dice que la Belleza es la carne del Bien y de la Verdad. El arte es –o debería ser– búsqueda, expresión y belleza. En mi caso, elegí la rama audiovisual y de cine, que tiene muchas posibilidades.
P. Dices que “debería ser”
L. Sí, es que muchas veces el artista lo que hace es buscarse a sí mismo. Un yo, me, mí, conmigo. Se pone en el centro y entonces ya no es un puente para llegar a la Verdad, a Dios… En esos casos ya no se da esa búsqueda trascendente y el arte tiende entonces a deshumanizarse, deja de ser puente para ser centro y fin en sí mismo, pierde el sentido…
P. En tu corto sobre la mujer dices que, ante las preguntas de sentido, de búsqueda del ser (en este caso del ser mujer), “no puedo conformarme con una respuesta mediocre o llena de tópicos porque para la vida del hombre, como para el arte, no todo vale”…
L. Y es verdad. A veces observo que no hay una búsqueda auténtica de la Verdad, un esfuerzo realmente honesto por el conocimiento, sino que todo se basa en prejuicios irracionales, autojustificaciones y apetencias personales, pero no hay una apertura real a la realidad.
P. ¿Cuando te oyen hablar así tus compañeros qué te dicen?
L. Hay quien me ha hecho el vacío alguna vez cuando he dicho que soy cristiana o he hablado de Dios. Pero normalmente muestran mucho interés y me reconocen que les inquietan las cuestiones espirituales y profundizar en los conceptos, en las cuestiones de sentido, en vez de quedarse en la superficie. También noto que hay gente que ha renunciado a plantearse en serio la vida y otros quieren hacerlo pero no encuentran fundamentos y acaban en un relativismo en el que la Verdad se diluye. Los jóvenes tienen sed de escuchar otra cosa.
P. ¿Te sientes ante la necesidad de dar testimonio de tu fe?
L. Sí. Tengo que reconocer que me encanta estar en Bellas Artes, porque comprendo perfectamente a mis compañeros, sus dudas, rebeldías, acciones… ¿No son acaso las que yo hacía? Me conmueve sentir su sed, son preciosos cada uno de ellos (aunque a veces escuche burradas) porque están buscando, aunque muchas veces no saben bien qué, como me pasaba a mí.
Es muy curioso ver cómo, cuando los cristianos hablamos desde la teoría, nadie nos soporta, porque parece un moralismo insufrible que aplasta al otro, pero cuando hablas desde la experiencia es otra cosa. Y no desde lo que a mí me ha pasado y ya está, porque entonces siempre aparece eso de “si tu eres feliz así, pues bien”. Yo he visto como el oído se abre cuando se tocan los deseos más profundos: “¿Es que acaso no deseas amar enteramente, ser libre, poder perdonar del todo…?”. Y cuando tocas eso, tocas la herida porque… “¿qué te impide vivir esto?”.
En mi opinión, la mejor forma de evangelizar es poder servirles con tus heridas y decirles, como a Tomás, “mete tu mano en mi llaga, que aún la tengo, pero mira, ¡está transfigurada!”. Esto es la carne concreta, palpable, de que hay una esperanza muy grande para ti, de que hay curación para ti, ¡de que vas a sanar! Ven y verás. Este lenguaje todo el mundo lo entiende, porque es real y concreto. ‘Aterrizado’.
P. Todo eso da un cierto sentido al sufrimiento…
L. Por supuesto. ¡Yo experimento que mis heridas son fecundas! No cambiaría ni uno solo de los sufrimientos que he tenido porque hoy me permiten comprender y acoger al otro sin escándalo ninguno. Eso da sentido al sufrimiento. Quien ha tenido heridas puede comprender y acompañar a quien las sufre ahora. Si no, son todo teorías y eso hoy nadie lo escucha


Soyamante.org Las diferentes formas de amar:






Desde diferentes disciplinas, la Filosofía, la Psicología, la Medicina, la Biología, la Antropología, etc. han investigado desde hace muchos siglos lo que es el amor. Haciendo un resumen podemos establecer diferentes formas de amar que no son siempre excluyentes entre sí, ni tampoco permanentes. La manera de amar de una persona a otra puede simultanear varias de las que se muestran a continuación, o puede evolucionar de una forma más imperfecta a otra más perfecta y satisfactoria para la persona que ama y para la persona amada.
  • Ágape: Es un amor generoso, de entrega a la otra persona.
  • Eros: Da mucha importancia a la atracción física y a que haya "química" entre ambos (que se entiendan bien).  
  • Storge: Fundamenta el amor en la amistad y en que la relación surja después de un tiempo de conocerse.
  • Pragma: Construye la relación centrándose en los beneficios que puede obtener de ella. 
  • Mania: Relación en la que se manifiestan sentimientos de inseguridad, celos y poca confianza en la otra persona y en la relación.
  • Ludus: Relación en la que hay una escasa implicación emocional; se ve la relación como un juego, un pasatiempo que puede simultanearse con varias relaciones a la vez porque no hay una implicación real por parte de la persona. 
Los estudios muestran que los estilos Eros y Ágape se asocian con mayores índices de satisfacción en la relación. Por el contrario, los estilos Ludus y Mania se asocian con menor satisfacción. Además de Ágape y Eros, siempre es muy recomendable fomentar la amistad en tu relación (Storge). El estilo Pragma tiene aspectos positivos y negativos: es lógico pensar si la otra persona va a encajar contigo y con tu familia, y si va a ser un buen padre/madre, pero otros aspectos de este estilo podrían tener menos importancia. 





    La sabiduría emocional que encierran los diálogos en El Principito.

    Por diversas razones, a menudo confundimos el querer con el amar y viceversa. Como consecuencia de esta confusión llenamos nuestra mochila emocional de falsos “te quiero” y de “te amo” vacíos. Saint-Exupèry nos brinda un magnífico pasaje en El Principito que aporta luz sobre esta poderosa realidad emocional que nos afecta a casi todos en un momento u otro de nuestra vida.
    —Te amo —le dijo el Principito.
    —Yo también te quiero —respondió la rosa.
    —Pero no es lo mismo —respondió él, y luego continuó— Querer es tomar posesión de algo, de alguien. Es buscar en los demás eso que llena las expectativas personales de afecto, de compañía. Querer es hacer nuestro lo que no nos pertenece, es adueñarnos o desear algo para completarnos, porque en algún punto nos reconocemos carentes.
    Querer es esperar, es apegarse a las cosas y a las personas desde nuestras necesidades. Entonces, cuando no tenemos reciprocidad hay sufrimiento. Cuando el “bien” querido no nos corresponde, nos sentimos frustrados y decepcionados.

    Si quiero a alguien, tengo expectativas, espero algo. Si la otra persona no me da lo que espero, sufro. El problema es que hay una mayor probabilidad de que la otra persona tenga otras motivaciones, pues todos somos muy diferentes. Cada ser humano es un universo.

    Cuando una persona dice que ha sufrido por amor, en realidad ha sufrido por querer, no por amar. Se sufre por apegos. Si realmente se ama, no se puede sufrir, pues nada se ha esperado del otro. Cuando amamos nos entregamos sin pedir nada a cambio, por el simple y puro placer de dar. Pero es cierto también que esta entrega, este darse, desinteresado, solo se realiza en el conocimiento.

    Solo podemos amar lo que conocemos, porque amar implica tirarse al vacío, confiar la vida y el alma. Y el alma no se indemniza. Y conocerse es justamente saber de ti, de tus alegrías, de tu paz, pero también de tus enojos, de tus luchas, de tu error. Porque el amor trasciende el enojo, la lucha, el error y no es solo para momentos de alegría.

    Amar es la confianza plena de que pase lo que pase vas a estar, no porque me debas nada, no con posesión egoísta, sino estar, en silenciosa compañía. Amar es saber que no te cambia el tiempo, ni las tempestades, ni mis inviernos.

    Amar es darte un lugar en mi corazón para que te quedes como pareja, padre, madre, hermano, hijo, amigo y saber que en el tuyo hay un lugar para mí. Dar amor no agota el amor, por el contrario, lo aumenta. La manera de devolver tanto amor, es abrir el corazón y dejarse amar.
    —Ahora lo entiendo —contestó ella después de una larga pausa.
    —Es mejor vivirlo —le aconsejó el Principito.
    Si quieres a una flor, la arrancas para tenerla contigo, pero si “amas” una flor, la riegas todos los días y la cuidas.

    En definitiva, cuando amamos a alguien le aceptamos tal cual es, permanecemos a su lado y buscamos dejar posos de felicidad y de dicha en cada momento. Porque los sentimientos para ser puros e intensos tienen que venir de muy adentro.

    Por eso es esencial hacer un ejercicio de trabajo interior y cuestionarnos si amamos o queremos, si estamos gestionando bien nuestros apegos y nuestros sentimientos o, por el contrario, estamos confundiéndonos por el deseo de ponerle palabras duraderas y profundas a nuestras relaciones.

    Recursos:

    La sexualidad sana ni se sublima ni se reprime, se integra en el proyecto vital de cada uno, de acuerdo con sus criterios personales. Efectivamente, no favorece a la persona tener miedo a la sexualidad. Tampoco le beneficia reprimirse —decirse que no por resignación—, por los motivos que sean, y con el significado de negación. Ni tampoco sublimar sin más; ni ordenándola sin vivirla por un bien mayor (moral, religioso, de salud…), ni viviéndola desordenadamente en pro de lo que consideramos un bien mayor (placer, disfrute, libertinaje). En ambos casos se degrada, se invalida y se desvaloriza a la sexualidad.

    Para poder integrar la sexualidad de un modo correcto en la persona necesitamos tener las competencias necesarias: conocimiento personal, orden, pro-actividad, reciedumbre, sentido de pertenencia a un grupo, laboriosidad, confianza en la propia acción, determinación, iniciativa, saber descansar, amistad, razonamiento racional y afectividad rica y abundante.

    Resumimos en el siguiente cuadro estas competencias junto con aquellas circunstancias que acompañan a la persona y que le pueden dificultar integrar la sexualidad en sí mismo:

    Circunstancias que dificultan la integración de la sexualidad en la persona. Competencias que ayudan a integrar la sexualidad en la persona.  
    Desconcierto. Sorpresa.  Conocimiento personal.
    Desorden. Falta de horario.Orden.
    Pereza. No hacer lo que se debe.Pro-actividad. Diligencia.
    Ñoñería. Flojera.Reciedumbre. Fortaleza.
    Egocentrismo. Narcisismo. Individualismo.Sentido de pertenencia a un grupo.
    Miedo al ambiente.Confianza en la propia acción.
    Dejarse llevar por el ambiente. Indecisión.Determinación. Seguridad.
    Aburrimiento. Pérdida de tiempo.Iniciativa.
    Agotamiento. Abatimiento.Saber descansar.
    Razonamiento emocional.Razonamiento racional.
    Sentimentalismos infantiles.Afectividad rica y abundante.
    Pereza. Pérdida de tiempo.Laboriosidad.
    Colegas. Amigos que se aprovechan.Amistades recias.


    ¿Qué significa amar y ser amado?




    Cuando quieres a alguien, ¿hay algo más que "hacer el amor"? 





    El amor como entrega de uno mismo.


    Más reflexiones y ayudas para entender la grandeza del amor en SoyAmante.org


    El Matrimonio y la Eucaristía: un amor que se entrega totalmente.



    Cuando dos personas se aman de verdad, ¿se puede pensar en una fecha de caducidad? ¿Qué significa “unidos para siempre” en el Matrimonio?

    Tan simple como decir que el Matrimonio cristiano es para toda la vida: hasta que la muerte los separe o durante todos los días de mi vida, como se prometen los cónyuges ante Dios en la ceremonia del Matrimonio. 

    Jesús excluyó la posibilidad de divorcio al decir esto sobre la unión entre esposo y esposa: “Serán los dos una sola carne. De manera que ya no son dos, sino uno solo. Pues bien, lo que Dios ha unido, no lo separe el hombre” (Mc 10, 8-9).



    Dios diseñó el matrimonio para una doble finalidad: comunicar vida y comunicar amor. Las dos finalidades del matrimonio, están tan unidas una a la otra, que son inseparables.














    La sexualidad y la dignidad del hombre y de la mujer.
    "La prostitución equipara la dignidad femenina a la de un "clinex". ¡La pureza es la auténtica liberación de la mujer y del hombre!"
    Monseñor José Ignacio Munilla.
    La Delegación del Gobierno de España para Violencia de Género encargó un estudio a la Universidad Pontificia de Comillas sobre explotación sexual en mujeres durante el año 2015. La universidad presentó en febrero de 2016 un informe denominado "Apoyando a las víctimas de trata con fines de explotación sexual", que está basado en encuestas a 1.600 hombres, y la información proporcionada por varias ONG y los agentes que luchan contra la "trata de mujeres y niñas"

    A partir del informe se sacan varias conclusiones importantes:
    • Dos de cada diez hombres pagaron por servicios de prostitución en 2015.
    • Ocho de cada diez mujeres que ejercen la prostitución en España lo hacen contra su voluntad. Estas mujeres son víctimas de una extorsión de la que son muy reticentes a hablar, puesto que sufren fuertes coacciones de los tratantes que amenazan a sus familias. Frecuentemente, estas mujeres han sido víctimas de palizas e incluso de asesinatos.
    • El 90% de los clientes de prostitución reconoce haber oído hablar de la "trata" con fines de explotación sexual, y cerca del 10% reconoce haber detectado casos de trata de menores. Pero ante la propuesta de colaborar con la Policía al conocer algún caso, «la mayoría piensa que son las víctimas las que deben hacer algo». En otras palabras, consideran que no es su problema. Sin embargo, el estudio deja claro que "el cliente es el primero que puede dar la voz de alerta".
    • La "trata de mujeres y niñas" existe porque hay clientes que demandan estos "servicios" sexuales. Sin demanda no hay oferta. La prostitución mueve más dinero que el tráfico de armas y de drogas juntos.
    • Existe una excesiva dilación de los procesos judiciales en los delitos de "trata", lo que hace que se alargue el sufrimiento de las víctimas durante el proceso y que se prorrogue la solución de su situación.
    • Muchas de las mujeres, una vez rescatadas, son devueltas a sus países de origen y, de nuevo, captadas por las mismas mafias.
    • La sociedad española necesita hacer un gran esfuerzo de concienciación. Los hombres deben ser conscientes de que detrás de la prostitución se esconde la vulneración de derechos y de la dignidad de las mujeres, algo que muchas veces es ignorado por los propios clientes que no saben que detrás de eso hay esclavas, víctimas de las mafias y de los tratantes.

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